En este mundo traidor,
nada es verdad, ni mentira,
Todo es según el color
del cristal con que se mira.
nada es verdad, ni mentira,
Todo es según el color
del cristal con que se mira.
Lo primero que hay que considerar es que una cosa es la realidad y otra cosa es cómo esa realidad se describe o se representa en distintos medios. Por ejemplo, una cosa es la torre Eiffel y otra cosa es su representación mediante una fotografía digital en la pantalla de un ordenador. Hay una cierta relación entre ambas cosas pero esa relación no pasa de ser una analogía en la que unos pocos millones de puntos de la pantalla iluminados con luces de distintos colores representan a miles de trillones de átomos de hierro y de otros elementos que forman la famosa estructura que hay en París.
Si nos analizamos introspectivamente podemos entender que en nuestro cerebro debe ocurrir lo mismo que en la pantalla, es decir, debe haber una representación de la realidad, una realidad subjetiva "torre Eiffel" a base de conexiones neuronales. Aquí, en vez de puntos de pantalla iluminados tenemos otra forma de representación, millones de neuronas profusamente interconectadas activan en nuestra consciencia el concepto "torre Eiffel" y evocan su característica imagen y los datos que conocemos sobre esa torre, su ubicación, su altura, su diseñador, etc.
Pero la representación neuronal se diferencia de la representación en la pantalla fundamentalmente en dos aspectos. Uno, que la forma de codificar la información (el formato) en la pantalla se conoce en todos sus detalles mientras que la forma en que el cerebro guarda la información nos es totalmente desconocida. Y dos, que una representación en la pantalla es algo que vemos desde fuera mientras que la representación cerebral la vemos desde dentro, desde nuestra consciencia. La consciencia es la propia estructura sináptica de nuestro cerebro, es el sistema de referencia individual desde el que se observa, desde el que se existe y que tiene como misión identificar cada aspecto de la realidad con su estructura neuronal correspondiente. Hasta tal punto esto es así, que si por medios externos nos estimularan las neuronas donde guardamos los recuerdos sobre la torre Eiffel nuestra consciencia nos evocaría inmediatamente los conceptos que conocemos de la torre.
Si con el conocimiento y los medios suficientes analizáramos los cerebros de varios individuos, probablemente encontraríamos grandes diferencias entre como se han conectado las neuronas en cada uno de ellos, aunque todos hubieran hecho la misma visita y recibido idéntica información sobre la torre. Decía Ortega y Gasset que "hay tantas realidades como puntos de vista." Por supuesto, que esas diferencias en las conexiones neuronales se agrandarían enormemente si un individuo hubiera conocido la torre acercándose en un helicóptero, otro cruzando por su base a pié y otro hubiera subido en el ascensor hasta el "sommet". Lo sorprendente de nuestra consciencia es que todas esas percepciones o realidades subjetivas permitirían a esos individuos ser conscientes de que habían captado la misma realidad.
Hasta ahora hemos estado refiriéndonos a una realidad tangible, estática, que podemos observar desde múltiples perspectivas y de la que conocemos su composición y sus más mínimos detalles. Pero, ¿cómo concebimos una realidad que no podemos observar con la misma facilidad? ¿cómo concebimos el centro de la Tierra? ¿cómo concebimos una estrella lejana?.
En estos casos ya no son suficientes nuestros sentidos sino que tenemos valernos de instrumentos que nos permitan percibir esas otras realidades. Además, tenemos que ser conscientes de las alteraciones que esos instrumentos ejercen sobre la realidad, para que nuestra consciencia pueda corregir la información que ha recibido por los sentidos. Como decía Campoamor, ser conscientes del color del cristal con que se mira. Estos instrumentos han sido los que desde Galileo, nos han permitido hacer grandes progresos en la concepción de la realidad del universo, tanto en el aspecto macroscópico de los astros como en el aspecto microscópico de todo lo que nos rodea y de nosotros mismos.
Al principio los instrumentos fueron muy sencillos, simples telescopios o microscopios ópticos que apenas alteraban la percepción de los sentidos. Pero cuando se usaron instrumentos mas complejos la percepción de la realidad cambió radicalmente. Pensemos en el proceso de medir la velocidad con que se aleja una galaxia utilizando un espectrómetro aplicado a un telescopio. El significado de las líneas espectrales obtenidas no es nada evidente para quién no tenga los conocimientos adecuados pero a los especialistas les muestra una realidad tan válida como a quien está observando la torre Eiffel.
La que ocurre es que, la utilización de un instrumento de observación interpuesto entre la realidad y nuestros sentidos implica la necesidad de dotar al observador con una capa adicional de conocimiento que también se interponga en su cerebro y le permita interpretar (decodificar) lo que el instrumento de observación ha codificado. Esta capa adicional de conocimiento es lo que llamamos un modelo o una teoría y aunque funciona a un nivel más complejo actúa de la misma forma que, volviendo a Campoamor, cuando nos ponemos unas gafas de sol azuladas, nuestro cerebro corrige la percepción y hace que no nos sorprendamos de ver azuladas las caras de otras personas. O con otro ejemplo menos poético, cuando conectamos a un ordenador un nuevo dispositivo (hardware) tenemos también que definirle su modelo, cargando el programa (driver) que describe el funcionamiento de ese dispositivo.
La ciencia clásica se rige por los principios del realismo que establece que: a) Las propiedades del mundo están perfectamente definidas y son independientes del observador y b) Las teorías físicas describen las propiedades de diferentes aspectos del mundo real y por esa razón nuestras medidas y percepciones coinciden con la realidad. Por el contrario, los antirealistas sostienen que las teorías no son más que instrumentos útiles pero que no encarnan verdades mas profundas que trasciendan los fenómenos observados.
Hawking, en su libro "El gran diseño" adopta una perspectiva que no se identifica con ninguna de esas dos posturas anteriores y que denomina "Realismo dependiente del modelo" afirmando que no existe una realidad objetiva sino que la realidad depende del modelo elegido. Es decir, hace énfasis en el modelo por encima de la realidad, hasta tal punto que afirma que no tiene sentido preguntarse si un modelo es real o no sino que sólo tiene sentido preguntarse si el modelo concuerda o no con las observaciones. Si hay más de un modelo que concuerden con las observaciones podremos usar el modelo que nos resulte más conveniente en la situación que estamos considerando.
Podríamos replicar a Hawking que en vez de afirmar que "no existe la realidad objetiva", es mas lógico decir que "no hay forma de conocerla". Con este cambio, el resto de su razonamiento sigue teniendo sentido.
Para entender mejor el significado de estas ideas fijémonos en el enfrentamiento que surgió en el siglo XVI sobre el movimiento del Sol y los planetas. Se comparaba el antiguo modelo de Ptolomeo (siglo II), que afirmaba que la Tierra estaba inmóvil en el centro del universo, con el nuevo modelo de Copérnico, que afirmaba que el Sol estaba en reposo y eran los planetas, entre ellos la Tierra, los que giraban alrededor del Sol. Pues bien, con su idea del "Realismo dependiente del modelo", Hawking afirma que no podemos afirmar que el modelo de Ptolomeo sea erróneo y que por tanto, podemos utilizar ambas visiones como modelos del universo, ya que ambas explican correctamente nuestras observaciones del firmamento. La ventaja del sistema de Copérnico es simplemente que las ecuaciones de movimiento son mucho más simples porque utiliza como sistema de referencia el Sol que se halla en reposo.
El realismo dependiente del modelo se aplica no sólo a los modelos científicos sino también a los modelos mentales que nos creamos para interpretar el mundo cotidiano. Porque no hay manera de eliminar nuestra propia influencia de observadores de la percepción que tenemos del mundo, que está creada por nuestro procesamiento sensorial, y por la manera que pensamos y razonamos. Esto quiere decir que, nuestra percepción no es directa sino una especie de lente que es la estructura interpretativa de nuestros cerebros.
Estas ideas están de acuerdo con Kant, que decía que lo que se denomina usualmente "realidad" está "teñido" de subjetividad, y limitado a los medios de observación que el sujeto posee en su época. Esto implica que la realidad no tiene muchas posibilidades de perdurar estable. Si a nivel estadístico observamos todas las ideas que hoy en día consideramos erróneas y que en tiempos pretéritos se dieron por hecho como realidad, podemos deducir que, en tiempos futuros, la humanidad considerará errónea una buena parte de lo que hoy pensamos que es la realidad.
En resumen, la idea central es que no tenemos forma de percibir la realidad nada más que a través de un modelo. Las percepciones de la vida cotidiana se rigen por el modelo que hemos aprendido de forma natural a lo largo de la vida. Las percepciones de objetos mas complejos requieren el aprendizaje de sus correspondientes modelos. El uso de instrumentos requiere conocer los modelos específicos asociados a los mismos. Cualquier teoría física o cualquier imagen del mundo es un modelo (normalmente matemático) asociado a un conjunto de reglas que relacionan los elementos del modelo con las observaciones. Puede haber varias teorías que describan un aspecto del mundo. Una determinada teoría será tanto mejor cuanto más exactamente sea capaz de predecir las observaciones.
Juan Rojas
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