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sábado, 22 de septiembre de 2012

La extirpación del tiroides, un Nobel de medicina, un veterinario y un rinoceronte


La tiroides es una glándula situada justo debajo de la nuez de Adán y está formada por dos lóbulos en forma de mariposa a ambos lados de la tráquea. En los adultos pesa sólo entre 15 y 30 gramos pero tiene una misión esencial en el control del metabolismo en los animales superiores porque regula la sensibilidad del organismo a otras hormonas.

La glándula tiroides fabrica las hormonas tiroxina y triyodotironina, que contienen yodo, un oligoelemento requerido (en pequeñísimas cantidades) para la mayoría de los organismos vivientes. La tiroxina tiene dos importantes misiones. Por un lado actuando sobre la transcripción genética controla la producción de energía del organismo para mantener la tasa metabólica basal a un nivel normal. Y por otro, durante los años de crecimiento la tiroxina hace que los tejidos se desarrollen en las formas y proporciones adecuadas. 
 
A veces (en un 4% de la población) algunas células del tiroides no responden bien al control de la hipófisis y crecen a un ritmo distinto de las células tiroideas normales formando nódulos. Este problema es más frecuente en las mujeres que en los hombres y se diagnostica a partir de los 35 ó 40 años, ya que esas células atípicas tienen un crecimiento muy lento. Es una enfermedad benigna y es auténticamente excepcional el que pueda degenerar en un Cáncer de Tiroides. Pero muchos especialistas prefieren no arriesgar al paciente a que esta degeneración llegara a producirse y cuando se encuentran muchos nódulos que crecen aconsejan la extirpación del tiroides. La cirugía es delicada porque hay que manipular una zona por donde pasa todo el cableado del cuerpo y hay que realizarla con anestesia general, pero tiene actualmente muy buen pronóstico y (aparte del estético) tiene como único inconveniente que hay que tomar una cápsula diaria que aporte la tiroxina durante el resto de la vida.

Pero esta cirugía no siempre ha sido fácil. A finales del siglo XIX, la extirpación del tiroides era un procedimiento peligroso con tasas de mortalidad extremadamente altas (alrededor del 90%). Esto fue así hasta que el cirujano Emil Theodor Kocher (1841-1917) publicó sus trabajos sobre la fisiología, patología y cirugía de la glándula tiroides por los que recibió el Premio Nobel de Medicina de 1909. Con el importe del premio ayudó a fundar el Instituto Kocher en Berna, escuela de cirugía en la que se formaron grandes cirujanos que mejoraron la técnica de extirpación del tiroides hasta dejar la tasa de mortalidad en un 2 o 3%. Un avance extraordinario pero no evitaba que esa cirugía siguiera considerándose peligrosa.

Independientemente de esto, en 1852 al veterinario londinense, Richard Owen (1804-1892), se le ocurrió disecar un rinoceronte indio que había muerto en el zoológico. Durante el vaciado de los órganos del animal encontró que al lado del tiroides había unas cuantas glándulas, relativamente pequeñas, que eran totalmente desconocidas para la ciencia veterinaria de la época en cualquier tipo de animal. Afortunadamente publicó su hallazgo y 11 años mas tarde Virchow encontró el mismo tipo de glándulas en el hombre. Poco después fueron extensamente analizadas por el estudiante sueco de medicina Ivar Sandström (1852-1889) de Upsala, quien señaló la existencia de dos glándulas a cada lado del cuello cerca del tiroides. Tenían forma y tamaño de lentejas, pesaban unos 30 miligramos y las llamó glándulas paratiroides.

Se identificó la hormona que producían, que como no podía ser de otra forma se llamó hormona paratiroidea, y se averiguó que dicha hormona participa en el control de la homeostasis del calcio y fósforo, así como en la fisiología del hueso.

A partir de ahí en la cirugía de tiroides se cuida muy mucho la conservación de la mayoría de las glándulas paratiroideas. Si alguna de estas glándulas va fuertemente adherida al tiroides no hay problemas en separarla y volverla a colocar en el cuerpo, en el cuello o si fuera necesario en cualquier otro lugar ya que el organismo se encarga de regenerar el tejido vascular necesario para irrigar la glándula de forma que vuelva a funcionar en su nuevo emplazamiento.

Una vez reconocida la importancia de las glándulas paratiroides, en la cirugía se extreman las precauciones para conservar el mayor número de ellas y con ello la tasa de mortalidad ha bajado lo suficiente como para que hoy la extirpación del tiroides se pueda considerar como una intervención de muy bajo riesgo.

Mis agradecimientos al cirujano Dr. Ramón Martín Gómez que con su magistral explicación de esta mañana me ha dado los conocimientos básicos para redactar este artículo.
Juan Rojas

jueves, 20 de septiembre de 2012

Némesis, la estrella de la muerte


Ha habido muchas extinciones en masa en nuestro planeta. Sin duda, la más conocida es la que acabó con los dinosaurios hace 64 millones de años, al final del período Cretácico, en la que el 75% de la vida desapareció. No ha sido ésta la más letal, sino la que hubo al final del Pérmico, hace 250 millones de años, llamada la Gran mortandad, que acabó con el 95% de las especies marinas y el 70% de los vertebrados terrestres. Las demás no están tan documentadas como éstas. En todos los casos, la causa más probable que las originó es la del impacto de un asteroide o cometa sobre la superficie de la Tierra.

A nadie le sorprende que debido a la gran cantidad de meteoritos o similares que vagan por el Sistema Solar, de vez en cuando alguno se acerque lo suficiente como para chocar con la Tierra, causando la extinción. Afortunadamente, el gigante Júpiter, con su gran fuerza gravitatoria, atrae a la mayoría de ellos, actuando como un escudo, salvaguardando a la Tierra del desastre.

Estos pensamientos inducen a creer que los impactos son aleatorios, es decir, debidos al azar, pero en el caso de las extinciones masivas no es así, se producen con una regularidad sorprendente, en concreto, cada 26 millones de años. Si hacemos las cuentas a partir de los dinosaurios y vamos sumando 26, obtenemos:
 -64, -38, -12, 14
es decir, ocurrió hace 12 millones de años, y si se mantiene la periodicidad, dentro de 14 millones volverá a ocurrir.

Como es evidente, de ser cierta esta regularidad, las preguntas son simples: ¿cuál es la causa?, ¿qué hay en el Sistema Solar que nos ataque periódicamente cada 26 millones de años?. La segunda es más sencilla de responder que la primera: nada.

A nivel interno, la deriva continental en la Tierra origina actividades volcánicas que pueden provocar la extinción, pero no con esa regularidad. A nivel externo, los períodos en el Sistema Solar no tienen esa duración, por ejemplo, el cometa Halley nos visita cada 75 años; las lluvias de estrellas de las Perseidas o Leónidas son anuales, producidas al atravesar la Tierra dichas nubes. En todos los casos, los fenómenos que se dan en el Sistema Solar no tienen la duración de 26 millones de años.

Para la primera pregunta, el astrofísico Richard Muller de la universidad de Berkeley ha propuesto como causa de las extinciones la teoría de que nuestro Sol tiene una estrella hermana llamada Némesis (en honor de la diosa griega de la venganza). Cada 26 millones se acerca al Sol y atraviesa la nube de Oort (ésta es un conjunto de cometas y asteroides situada en los límites del Sistema Solar, casi a un año luz de distancia del Sol, conteniendo entre 1 y 100 billones de cometas). El paso de Némesis origina perturbaciones gravitatorias que hace que muchos de estos objetos sean lanzados al interior del Sistema Solar, y por tanto, impacten contra la Tierra, originando el desastre.

Todo esto son hipótesis, pues Némesis no ha sido descubierta, aunque hay mucha gente trabajando en sus búsqueda. Incluso se esperan resultados significativos para el año que viene (2013).

La teoría tiene sus pros y sus contras. A favor, el que las estrellas no suelen estar solas en el Cosmos, pues se encuentran en grupos de dos (binarios) o tres (terciarios). En contra, el hecho de que los científicos están convencidos de que el Sol es una estrella solitaria, y aunque tuviera una hermana, no parece razonable que esté tan alejada.

Se crea en Némesis o no, está claro que la Tierra sufre un ataque exterior cada 26 millones de años. Uno de ellos acabó con los dinosaurios, cambiando el destino de la vida en la Tierra, gracias al cual, nosotros estamos aquí. Si la regularidad se ha observado desde la Gran Mortandad del Pérmico, volverá dentro de 14 millones de años. Si estamos todavía aquí, nuestros descendientes tendrán que buscar la forma de resolverlo.



Pedro González


domingo, 16 de septiembre de 2012

Versión popular para recordar las tres leyes de la termodinámica, según el científico C.P.Snow:
  1. Usted no puede ganar, es decir, usted no puede obtener algo a cambio de nada, porque la materia y la energía se conservan.
  2. Usted ni siquiera puede plantarse, es decir, no puede volver al mismo estado energético, porque siempre hay un incremento en el desorden; la entropía siempre crece.
  3. Usted no puede salirse del juego, ya que el cero absoluto es inalcanzable.
Extraída del libro Hiperespacio de Michio Kaku.

viernes, 14 de septiembre de 2012

He extractado una presentación del capítulo primero del Lehninger, libro canónico de bioquímica.

La he dividido en tres partes. Es información elemental y alguna, no tan elemental. Aver si funciona el enlace :https://docs.google.com/presentation/d/1MSnLHcKWS7bpqxtlgrkLLRVn9nRXA2wDfdRqLuvteyY/edit

El comentarla (y todo lo que queramos) puede ser una excusa perfecta para reunirnos un día de estos.

Saludos
Juan Carlos